GOLPE DE AUTORIDAD

El Villacarrillo CF Aceite Puerta de Las Villas continúa salvando obstáculos en su histórica pugna por el ascenso a Tercera División. No puede fallar, y no falla. En una frenética lucha en la que la excelencia y el abismo sólo se separan por la delgada línea de un simple empate, los de Lasarte siguen dando la cara, venciendo. El Ramón Palacios fue testigo de una nueva batalla a cara de perro con final feliz para los celestes. Cuarto triunfo consecutivo a domicilio. El sueño sigue intacto.

Pocos partidos en una categoría como la Primera Andaluza pueden aglutinar tantos ingredientes para la pasión futbolística como los que se daban para este Carolinense-Villacarrillo. La fraternidad comprovinciana iba a ser eclipsada por una serie de rencillas y rivalidades que presuponían con acierto una complicada visita a un terreno hostil. Y si las externalidades auguraban emociones fuertes, lo acaecido en el terreno de juego no le iría a la zaga. Goles, emoción; tensión, polémica; vencedores, vencidos. Fútbol.

Como no podía ser de otra manera, el Villacarrillo salió al ataque. En los primeros diez minutos, Ortega ya dispuso de dos ocasiones para abrir el marcador, con una volea repelida por el cancerbero local y un cabezazo arriba a la salida de un córner. Dos minutos después, una falta botada por Maykel la enviaría ésta vez sí al fondo de las mallas nuestro pichichi, pero un linier no quiso que subiera al electrónico. Pregúntenle a él, porque todo el estadio (arbitro incluido) aún no saben el porqué.

Sea como fuere, un par de minutos más tarde Toni haría justicia con un gran disparo desde fuera del área. 0-1. El Villacarrillo disfrutaba de buenos momentos en el césped, y un saque de banda de Salva lo remataría de cabeza a la escuadra Antoñín, el de siempre. Con una superioridad manifiesta y un marcador holgado, nada indicaba que el encuentro se complicaría hasta límites insospechados. Allá por el 28´, en su primera aproximación al área visitante, el central Soto cabeceó un córner y Rubio intentó atajar el balón cuando éste ya estaba dentro de su portería. Una ocasión local, un gol.

Afortunadamente para los de Lasarte, al filo del descanso se restauraría la distancia real entre ambos equipos, cuando tras un nuevo saque de banda de Salva, Soto cabecearía ésta vez hacia el fondo de su arco el esférico. El 1-3 parecía ser casi definitivo al intermedio.

Sin embargo, la segunda parte de los villacarrillenses fue en general mala. Eso sí, los corazones del casi centenar de campiñeses que volvieron a arropar a su equipo no hubieran sufrido tanto al final del choque si el trencilla hubiera sancionado una flagrante mano de Bauti en el interior de su área. Lo que pudo desembocar en goleada fue degenerando en un calvario de ahí hasta el final, y es que la aparente tranquilidad del marcador sumió al equipo en una apatía que casi le cuesta el partido, quién sabe si la temporada. Un fallo de Rubio tras un disparo desde la frontal de Barbi lo aprovecharía Canillas para anotar el 2-3 en el min. 69. Diez minutos más tarde, Niza sería expulsado por una supuesta agresión a Pachelipe. El panorama era terrorífico.

Fueron minutos de tensión, de nervios. Los de Sabiote se dejaban el alma en cada acción mientras la grada y el inefable Soto animaban al Linares, éste último reconvertido en ultra azulillo en el césped, enfrentándose a la afición campiñesa con la justiciera exquisitez del mejor Torrente. La angustia crecía y tuvo su cénit en un disparo de falta de Garrido que rechazó Antoñín. El descuento fue todo un suplicio, con un Villacarrillo en inferioridad suplicando el final, coleccionando caras desencajadas en banquillo y grada hasta el glorioso minuto 94, en el cual Antoñín anotó el definitivo 2-4 tras un córner y silenció a la filial minera. Definir aquello como éxtasis sería quedarse corto. Qué final. Qué partidazo.

La próxima semana el Veracruz recibirá al Malaka, colista de la categoría. Ganar o ganar.